Como el dado de un parchís, que tiras cuando es tu tueno y se te cae al suelo, entonces termina desapareciendo por toda la jornada.
Un día barres por debajo de un mueble del salón y aparece un trozo blanco rodeado de pelusas, se las quitas, y dices: ¿Un dado? ¿y cómo ha podido llegar esto aquí?
Después llega otra persona y encuentra el dado en la mesa del salón (el otro no sabía que hacer con él, en ese momento y como cualquier otro objeto que no se sabe que hacer con él en el momento, va a la mesa del salón)
Y el otro dice anda mira el ¡dado! Le hace mucha ilusión y despiertan las ganas de jugar de nuevo... Un agradable encuentro.
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